21 de diciembre de 2017

Las leyendas del castillo de Montségur


Por Ricard Ibáñez

Llamada de un modo bastante peyorativo por sus detractores “la sinagoga de Satanás” y “el vaticano de la herejía”, y por sus seguidores “templo solar” y “castillo del Grial”, la fortaleza de Montségur es una pequeña villa fortificada situada al sur de Francia, cerca de la frontera con la Corona de Aragón. Se alza sobre la montaña del Pog, horadada de grutas y sepulturas anteriores a la llegada del cristianismo en estas tierras. Dicen que los druidas galos ya practicaban rituales sobre esa montaña (que consideraban sagrada), y en sus grutas antes que se construyera el castillo. Según los testimonios escritos la construcción del castillo se inició en el año 1204 por el señor del lugar, Ramón de Pérella (o Pereille, según prefieran el apellido en occitano o en francés) . Eso no quita que la leyenda popular afirme que fue construida por gigantes. También dicen, aunque no hay constancia, que siguió las indicaciones de Esclarmonde (“Luz del Mundo” en occitano), de Foix, una mujer sabia tenida por “perfecta” (es decir, libre de pecado) por los cátaros.

En 1213, tras la derrota de Muret (y sobre todo la muerte de Pedro II de Aragón, el defensor de los cátaros) el obispo cátaro de Tolosa fue acogido por Ramón de Pérella, que también practicaba el catarismo. Con el tiempo, el grueso de la iglesia cátara se refugió tras los muros de la fortaleza. En 1241 a petición del rey Luis IX (San Luis para los amigos) el conde Ramón VII de Tolosa sitió el castillo. Pero la verdad es que no le puso muchas ganas (apenas un grupito de hombres controlando los accesos más mal que bien y poco más) y finalmente se disculpó ante su rey por la “imposibilidad” de tomar el castillo, tanto por hambre como por un ataque convencional.

En 1242 un grupo de inquisidores que cazaban a los herejes cátaros para “purificarlos” mediante la tortura y el fuego fueron sorprendidos por un grupo de cátaros que prácticaban el dicho cristiano de “te devolveré con creces lo que tú me des”. Resultado: Un grupo de inquisidores asesinados con bastante saña, los asesinos refugiándose en Montsegur y el Papa de Roma recordándole al santo rey francés que se había declarado la Santa Cruzada contra la herejía cátara en 1209 y que espabilase. En mayo de 1243, el senescal de Carcasona, Hugues des Arcis, emprendió el asedio del castillo. Seis mil soldados contra unos cuatrocientos defensores de la fortaleza, que albergaba en total unas 1000 almas sumando a los no combatientes. Apiñados en un espacio de unos 700 m2.

Esta vez la cosa fue en serio. Tras diez meses de asedio riguroso y algún asalto a las murallas (infructuoso) se pactó la rendición: los asediados tenía quince días para abandonar el castillo. Y una vez salieran podían optar entre ser quemados vivos o abjurar de su fe. 210 hombres y mujeres prefirieron la pira. Los demás, aunque abjuraron, no se fueron precisamente de rositas. Fueron investigados uno a uno por la Inquisición. La mayoría de los hombres de armas de la guarnición argumentaron que eran mercenarios y que el tema ni les iba ni les venía, y se les dejó ir sin más. Otros, como el propio señor del castillo Ramón de Pérella fue interrogado por la Inquisición dos veces (se conservan sus declaraciones en la Biblioteca Nacional de París, por si tienen curiosidad). La última fechada el 9 de mayo de 1244. Posiblemente murió en las prisiones inquisitoriales (piensen que el hombre tenía ya 59 años)

El castillo pasó a ser propiedad de Guy de Lévis, que edificó una nueva ciudadela sobre los restos de la anterior (por lo que me río, y mucho, de los que van buscando signos de la fe cátara en las actuales ruinas de Montsegur, pero bueno). Cuenta la leyenda que, ya que estaba demoliendo muros para edificar otros nuevos, se dedicaba a buscar el mítico tesoro de los cátaros, que aún no ha sido encontrado.

En el solsticio de verano se produce el llamado “rayo rojo”. Al alba, el sol entra por las estrechas ventanas orientales y vuelve a salir rápidamente por las occidentales para indicar, según dicen, el lugar del tesoro de los cátaros. Cada año se reúne una muchedumbre a ver el fenómeno, y no pocos agujeros se han hecho, a lo largo de los años. Si no fuera porque, como ya he dicho, Guy de Leis remodeló prácticamente casi todo el castillo original. Pues eso. Que si les hace felices pensar en Montsegur como un calendario solar yo no digo ni pio.

Sobre rumores y leyendas del castillo y sus alrededores, hay muchas y muy variadas:

Que el fantasma de la Dama Blanca (en realidad, Esclaramonde de Foix) sigue rondando dentro de sus muros. Y que no está muy contenta con los que no son cátaros, o no demuestran respeto hacia esa fe. Y que tampoco es muy amable, en especial, con los sacerdotes católicos (y si son inquisidores, no hablemos)

Que en el castillo de Montsegur se custodiaba el Grial, y que el 14 de marzo de 1244, para evitar que cayera en manos de los pecadores papistas, una “perfecta” (hay quien dice que el fantasma de Esclaramonde) se convirtió en paloma blanca y se lo llevó volando a una montaña, que se abrió ante ella cerrándose después para custodiar la santa reliquia para siempre.

Otros dicen que, jugándose la vida, tres cátaros descendieron por un acantilado vertical llevándose la reliquia, que entregaron a los templarios. Se dice que el tesoro de los cátaros, aparte de riquezas y del santo Grial, incluía biblias escritas en occitano y documentación perteneciente a la Iglesia cátara, que explicaba cómo librarse del pecado, purificar el alma y cosas así.

Se dice que un pasadizo oculto (y no descubierto, claro) comunicaba el castillo con la gruta de Lombrives. En ella se refugió el obispo cátaro Amiel Aycard en diciembre de 1243, en ella fueron emparedados vivos en 1328 510 cátaros por orden de Jacques Fournier, inquisidor y posteriormente tercer Papa de Aviñón bajo el nombre de Benedicto XII (1334 a 1342). Los restos de esos pobres desgraciados no serían recuperados hasta 1578, cuando el rey Enrique IV mandó sacarlos de ahí y enterrarlos cristianamente en el cementerio de Ornolac. Para quien no la conozca, la llamada “gruta de Lombrive” son en realidad 39 km de grutas distribuidas en 7 niveles superpuestos uno encima del otro que han sido horadados por la fuerza constante del agua. Se mantiene a una temperatura constante de 13 grados tanto en invierno como en verano. La zona más famosa quizá sea la gruta llamada “la Catedral”. Está apenas a 250 m. de la entrada, es tan grande como Notre Dame de París y tiene unos 80 metros de altura. Y no se me extrañen mucho que otra gruta del de Lombrives, llamada “el imperio de Satán” es cuatro veces mayor. Pero como está a varios kilómetros de la entrada es mucho menos conocida. La cueva ha servido de refugio a ermitaños, leprosos, forajidos y, por supuesto, por herejes cátaros. Y es que, realmente, espacio para esconderse hay.

Otras cuevas donde se refugiaron los herejes cátaros son las cuevas fortificadas de Sabarthés, al sur de Montsegur. En lo más profundo de esas grutas se han encontrado tallados símbolos templarios y cátaros. Dicen que los templarios ayudaron a escapar a todos los cátaros que pudieron, que se refugiaron sobre todo en la Corona de Aragón y el norte de Italia.

7 de diciembre de 2017

El hechizo de Dominación y el tabú de la sangre menstrual


Por Ricard Ibáñez 

No es ningún secreto, a estas alturas de la película, que cuando en 1988 empecé a recopilar material para escribir Aquelarre reuní varios grimorios de magia supuestamente “auténtica”. O que, por lo menos, la gente que en su tiempo creía en la magia tomó como tales. Los clásicos, no se vayan a pensar que cogí moderneces de Aleister Crowley (que, además, estaba un poco chalado, incluso en el ambiente del que les hablo). Los cincuenta hechizos de la primera edición de Aquelarre están sacados (en realidad, “inspirados”) en los grimorios de las Clavículas de Salomón, el Formulario de Alta magia, El libro de San Cipriano y El libro del Dragón Rojo y la Cabra Infernal. Así como el curso de “Mito, Magia y Religión” que por aquel entonces impartía Manuel Delgado en la UB (más las tutorías, Manuel es un provocador pero también un crack en la materia). Una cosa que me sorprendió es el hechizo que llamé Dominación, en el que una mujer somete a su voluntad a un hombre. Es un hechizo cuyo componente básico es la sangre menstrual, y que encontré, con muy pocos cambios, en lugares tan distantes como las comunidades de los vaqueiros de alzada asturianos, en la tradición gitana e incluso en un texto de los años 20 de la colonia francesa de Mauritania.

Ahora que soy más viejo y más sabio (porque me he equivocado más, y también porque he leído más) es algo que ya no me extraña tanto. El tabú de la sangre menstrual es algo inherente en la mayor parte de las culturas de todos los tiempos.

A través de la historia, las mujeres han sido consideradas impuras, por lo menos ritualmente. Entre los judíos, el flujo de sangre menstrual las colocaba, regularmente, en estado de profanación ritual. Y era una impureza que se transmitía en aquello que tocara, fuera una persona o un mueble, y por supuesto en la comida si la cocinaba. Y tabúes parecidos encontramos en los antiguos griegos y romanos. Plinio el Viejo señala, entre otras lindezas que:

El contacto con el flujo mensual de la mujer amarga el vino nuevo, hace que las cosechas se marchiten, mata los injertos, seca semillas en los jardines, causa que las frutas se caigan de los árboles, opaca la superficie de los espejos, embota el filo del acero y el destello del marfil, mata abejas, enmohece el hierro y el bronce, y causa un terrible mal olor en el ambiente.”

Los Padres de la Iglesia Cristiana, que no eran precisamente unos feministas natos, no sólo mantuvieron este tabú sino que lo aumentaron, considerando el sexo, aunque fuera entre hombre y mujer casados legalmente, un acto sucio e indecoroso, un pecado necesario para la procreación de la especie y nada más. Por ser “ritualmente impura” una mujer no puede ejercer de sacerdote, ya que profanaría el santuario y, lo más sagrado, el altar. Desde 1140, a través del Decretum Gratiani, se especifica que la mujer no puede distribuir la comunión, ni enseñar catequesis, ni tocar los objetos o vestimentas sagradas. Por mucho que nos sorprenda, la mayoría de estas prohibiciones se mantienen (al menos en teoría) hasta el año 1983, con el nuevo Código Canónico. Aún no se les permite, sin embargo, ser ordenadas sacerdotes ni siquiera diáconos, pero bueno.

Aún hoy en día, en pleno siglo XXI, las mujeres de las zonas rurales de la India, durante el tiempo del periodo, son consideradas impuras, sucias, enfermas... malditas. Lo mismo sucede en países africanos como Tanzania o Kenia. A eso se añade el “alto coste” de tampones y compresas en esos países. En Kenia un paquete de ocho compresas cuesta 65 chelines kenianos. Al cambio, 60 céntimos de euro... la mitad del salario diario de un trabajador cualificado. Las mujeres de esos países han de apañarse con trapos viejos o incluso papel de periódico. Que, por supuesto, huelen y aumentan la sensación de “suciedad” de la mujer. Hablando de suciedad y mal olor, en Afganistán está extendida la creencia de que si una mujer con el periodo se lava sus partes íntimas se volverá infertil. En las zonas rurales al oeste del Nepal la situación llega más lejos: la tradición chaupadi implica aislar a las mujeres con regla mientras les dure el periodo, en una habitación o cobertizo sin ventanas.

Pero el tabú menstrual no se limita a países considerados “poco desarrollados”. En una sociedad del primer mundo como la japonesa, las mujeres no pueden ejercer el oficio de chef de sushi porque la menstruación causa “desequilibrio”. Según las palabras del chef especialista en sushi Yoshikazu Ono a The Wall Street Journal en 2011: "Para ser profesional hay que demostrar estabilidad en el sabor de tu comida, pero debido al ciclo menstrual las mujeres tienen un desequilibrio en su gusto y por eso no pueden ser chefs de sushi".

Dada esta naturaleza de “impureza” y “contaminación” presente en la sangre menstrual no es de extrañar que muchos hechizos de atadura, para que una mujer atraiga a un hombre y éste se muestre loco por ella y la obedezca en todo, esté presente la sangre menstrual. Claro que hay hechizos de este tipo que usan otros componentes, todos ellos muy... “personales” y bastante asquerosos de ingerir: fluidos corporales como el líquido amniótico de un bebé, saliva, semen, lágrimas, orina, heces, y otros como pelo de la cabeza, vello púbico y recortes de uñas. (¿Qué pasa? ¿Qué creen que contenían las pócimas de amor que fabricaban las brujas?). Sin embargo, por los tabúes que rodean la sangre menstrual, éste suele ser el componente más habitual.

La premisa básica es que si un hombre consume apenas una gota de sangre menstrual de una mujer, ese hombre estará atado apasionadamente a esa mujer por siempre. Es el hechizo de unión definitiva, el más poderoso encanto de amor de todos. Suele servirse en un líquido caliente. Hoy en día, café o té. En tiempos medievales, normalmente vino caliente especiado.

Dominación
Vis Secunda
Tipo: Poción, magia negra de origen popular.
Caducidad: Debe utilizarse de inmediato, nada más salir del cuerpo de la mujer.
Duración: 1D3x10 días.
Componentes: Unas gotas de flujo menstrual femenino.
Preparación: No requiere preparación: el componente se utiliza tal cual.
Descripción: El mago —o más bien maga, ya que este hechizo sólo puede ser utilizado por una mujer utilizando para ello su propio flujo menstrual— debe activar el hechizo y mezclar a continuación el componente con la comida o la bebida de un hombre —exacto: sólo puede usarse sobre un hombre—. Si éste falla la tirada de RR, la víctima se sentirá atado a ella y la obedecerá en todo lo que ella le ordene, aunque se le puede permitir una tirada de Templanza para resistirse a todas órdenes que atenten contra su naturaleza —pedirle a un sacerdote piadoso que reniegue de Dios, por ejemplo—, contra su familia o seres queridos o contra la propia integredidad de la víctima. Sea como sea, la maga debe tener cuidado al utilizar este hechizo, pues si se falla la tirada de activación, la víctima perderá buena parte de sus facultades mentales durante un tiempo: reduce 10 puntos su Cultura, puntos que irá recuperando a razón de 1 por semana. Si la tirada de activación fuera una pifia, la víctima moriría de forma automática.